Ni dislexia ni autismo: ¿qué es el trastorno del desarrollo del lenguaje y cómo detectarlo?

Salud y medicina28 de agosto de 2025 Por Anastasiia Ogneva
Dislexia
Dislexia

En los últimos años hemos oído hablar con frecuencia de la dislexia y del autismo, dos trastornos del neurodesarrollo que afectan a muchos niños y que ya forman parte del vocabulario cotidiano de muchas familias y docentes. Pero hay otro trastorno igual de frecuente –o incluso más– que sigue siendo muy poco conocido: el trastorno del desarrollo del lenguaje (TDL).

 

El TDL es un trastorno del neurodesarrollo que dificulta el aprendizaje y el uso del lenguaje, sin que haya una causa evidente como pérdida auditiva, discapacidad intelectual o autismo. Puede afectar la comprensión, la expresión, o ambas.

 

Se estima que este trastorno afecta a entre un 7 y un 10 % de los niños en edad escolar. Sin embargo, muchas veces pasa desapercibido o se confunde con “inmadurez”, “vagancia” o incluso problemas de comportamiento. No es un simple retraso que se resuelva con el tiempo.

Es persistente y, si no se interviene, afecta al rendimiento escolar, las relaciones sociales y la autoestima.

 

Un trastorno invisible

El TDL se considera un trastorno invisible: no hay rasgos físicos que lo delaten. Muchos niños se manejan bien en conversaciones cotidianas, pero se bloquean cuando el lenguaje se complica, como al leer un libro de texto, escuchar una explicación de ciencias o entender un chiste.

 

En el día a día, los padres pueden notar que el niño no entiende frases largas (“pon el vaso encima de la mesa y después tráeme la cuchara”), usa frases muy cortas y omite ciertas palabras (“niño jugar coche” en lugar de “el niño juega con el coche”), o tiene problemas para contar lo que hizo en el recreo.

 

Históricamente, el TDL ha recibido nombres distintos (“trastorno específico del lenguaje” o TEL, “trastorno mixto receptivo-expresivo”), lo que generó confusión y limitó su visibilidad. El proyecto internacional CATALISE impulsó el uso del término trastorno del desarrollo del lenguaje y criterios más claros para su identificación.

 

Señales de alerta según la edad

Cada niño con TDL presenta un perfil distinto, pero algunos signos son frecuentes:

  • En la edad preescolar: dificultad para seguir instrucciones, frases muy cortas, problemas para aprender canciones o para contar lo que ha pasado en el día.
  • En la edad escolar: dificultades para comprender textos, usar oraciones complejas, aprender vocabulario nuevo, errores gramaticales y de ortografía frecuentes, o problemas para escribir con coherencia.

Cómo distinguirlo de otros trastornos

El TDL puede confundirse con otras dificultades del neurodesarrollo, pero hay diferencias importantes:

  • No es dislexia. La dislexia se centra en las dificultades para aprender a leer y escribir, en especial en la decodificación de palabras y las habilidades fonológicas. Por ejemplo, una niña con dislexia puede confundir letras parecidas (b/d, p/q) o leer “casa” como “cata”, aunque luego tenga un vocabulario oral rico y frases bien estructuradas. En cambio, una niña con TDL puede leer correctamente “casa”, pero no comprender lo que significa la frase entera, además de tener un lenguaje oral más limitado y con errores gramaticales.

 

  • No es autismo. En el TDL las habilidades sociales y la intención comunicativa suelen estar preservadas, aunque el lenguaje sea limitado. Aunque en los primeros años ambas condiciones pueden parecer “niños que hablan tarde”, los estudios muestran que los niños con TDL suelen usar gestos, responder mejor al lenguaje y jugar de forma simbólica, mientras que en el autismo predominan mayores problemas de comprensión, de contacto social y conductas repetitivas.


 

  • No depende del cociente intelectual no verbal. En el pasado, solo se diagnosticaba TDL si la inteligencia no verbal del niño estaba dentro de la media, como forma de distinguirlo de una discapacidad intelectual general. Hoy sabemos que algunos niños con TDL puntúan algo más bajo en estas pruebas, pero eso no significa que tengan un retraso global. Por eso, los especialistas ya no usan la discrepancia entre capacidad verbal y no verbal como criterio diagnóstico.


 

Consecuencias a largo plazo

El TDL no desaparece con la edad. Aunque muchos niños mejoran con la intervención, las dificultades suelen acompañarlos en la adolescencia y la adultez. Estudios longitudinales muestran que los jóvenes con TDL tienen más probabilidades de presentar problemas de lectura y escritura (en distinto grado: desde leves hasta persistentes), abandonar antes los estudios, encontrar más barreras en el empleo y sufrir problemas de autoestima y de salud mental.

 

Esto no significa que el pronóstico sea necesariamente negativo: con diagnóstico temprano y apoyo especializado muchos logran desenvolverse con éxito en la escuela y la vida diaria.

 

Las intervenciones se centran en reforzar el lenguaje oral y escrito: trabajar vocabulario, gramática y narración con un logopeda, usar apoyos visuales y adaptaciones curriculares en la escuela, y fomentar la lectura compartida y las conversaciones en casa.

 

En la escuela, los docentes pueden ayudar dando instrucciones claras y cortas, comprobando que el niño ha entendido, usando esquemas o imágenes de apoyo y ofreciendo más tiempo en exámenes y tareas.

 

En la familia, los padres pueden leer juntos todos los días, ampliar lo que el niño dice modelando frases correctas (si dice “agua aquí”, se le corrige a “sí, el agua está aquí en la mesa”), y animarle a contar historias de su día a día.

 

¿Por qué importa intervenir temprano?

La intervención temprana es fundamental porque el lenguaje es la base de la lectura, la escritura y el aprendizaje escolar. Cuanto antes se apoye al niño, más fácil será reducir las dificultades futuras. Un niño atendido a los 4–5 años puede progresar notablemente mejor que uno que recibe ayuda a los 9–10, cuando ya arrastra fracaso escolar y frustración.

 

La detección requiere una evaluación profesional, normalmente realizada por logopedas o especialistas en lenguaje. Pero padres y docentes son quienes primero pueden sospechar: si un niño no avanza en el lenguaje como sus compañeros, si sus frases son muy cortas, si evita participar en conversaciones o se frustra con la lectura, conviene consultar. La intervención temprana es fundamental.

 

El TDL es frecuente, persistente y, sin embargo, uno de los trastornos del neurodesarrollo menos conocidos. Reconocer sus señales y diferenciarlo de otros problemas es esencial para intervenir a tiempo. Como dicen los expertos del proyecto CATALISE, el lenguaje es la base del aprendizaje, y apoyar a estos niños desde pequeños es la mejor forma de abrirles oportunidades en el futuro.

 

The Conversation

Anastasiia Ogneva: Profesora ayudante doctora, Universidade de Santiago de Compostela

 

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