Prestigio y referencia

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La sociedad venezolana ha sido asaltada por los politicastros y politicastras del siglo XXI.

Análisis, opinión y reflexión28 de abril de 2025 Por: Manuel Isidro Molina


«Politicastro» es una palabra de poco uso actualmente, y tal vez por eso desconocida para muchos: el término califica al «político inhábil, rastrero, mal intencionado, que actúa con fines y medios turbios», según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE). Sin lugar a dudas, se puede afirmar que la sociedad venezolana ha sido asaltada por los politicastros y politicastras del siglo XXI. 

fraude


A quienes están inmersos y asociados a la politiquería reinante en Venezuela, no les agradará esta exacta descripción de su sinvergüenzura, pillerías, deslealtades y traiciones, motivadas por la codicia y la cobardía, entregados al goce morboso de las llamadas «mieles del poder». 


Hacia finales del siglo XX, notábamos la incipiente predominancia de esas prácticas contrarias a la ética en la función pública y su fusión con sectores privados adosados a las contrataciones públicas, desde la industria y el comercio hasta los medios de comunicación social, asociados al «Pacto de Punto Fijo», cuyos propósitos democráticos iniciales fueron paulatinamente abandonados. Hablamos de esa terrible alianza de los politicastros y sus testaferros financieros y comunicacionales, la alianza 'perfecta' para la pudrición del poder, que más de medio siglo después, sufrimos en nuestra Patria, a ritmo de tragedia histórica.


La memoria no le alcanza a muchos, para valorar y mantener la dignidad y convicciones que caracterizaron a quienes desplegaron su valiente rebeldía frente a los abusos de aquellos tiempos, hacia el derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez y su entramado represivo dirigido por el inefable Pedro Estrada, cuya replica del siglo XXI carece de la inteligencia y el refinado enmascaramiento que caracterizó al mencionado torturador y asesino. 


 

No al fracaso, abusos y traiciones

Esta degradación, hoy generalizada, viene corriendo y afianzándose desde al menos 1968 y 1973, para resaltar como hitos políticos las elecciones presidenciales de Rafael Caldera Rodríguez y Carlos Andrés Pérez, luego reelectos en 1988 y 1993, respectivamente. De los grandes ideales remolcados desde el proceso de Independencia Nacional iniciado en 1810/1811, con sus altibajos entre 1830 y 1935, pasamos a las tormentosas busquedas de 1936 a 1958, con altos picos en el trienio 1945/1948 y el bienio 1957/1958, acontecimientos ciertamente espuelados por los atrevimientos antidictatoriales de la llamada «Generación del 28". 


A partir de 1959, sufrimos el desdibujamiento del «espíritu del 23 de Enero" -signado por los anhelos de democracia, justicia social y respeto al ejercicio de los derechos populares-, a manos del abuso de poder, la tortura y el asesinato político desde los gobiernos de Rómulo Betancourt (1959/1964) y Raúl Leoni (1964/1969), frente a la «lucha armada» decretada por el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), a partir de 1960, contra la política represiva gubernamental.


Todavía está cruda la discusión histórica de aquella convulsa etapa de la vida venezolana, aunque la mayoría de sus actores han fallecido o viven el retiro impuesto por el peso de los años. 


El proceso de «pacificación» iniciado por Caldera, a partir de 1969, tuvo frutos parciales. La férrea resistencia del tinglado de represores civiles y militares del lapso 1959/1969, impidió avances mayores y la indispensable aplicación de la justicia a los responsables políticos y ejecutores de aquellos terribles crímenes, cometidos sistemáticamente con asesoramiento del Pentagono, la CIA y el departamento de Estado de Estados Unidos de América (EEUU), con activa participación del anticastrismo refugiado principalmente en Florida, estado de la potencia norteamericana enfrascada mundialmente en la «Guerra Fría» contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), desaparecida en 1991.


De allá venimos. Ese duro camino de inextricables acontecimientos, nos trajo hasta los sucesos de 1989 y 1992, la destitución de Pérez y la elección de Caldera en 1993, y el triunfo de Hugo Chávez Frías en 1998, cuando renació la esperanza, estruendosa y vulgarmente traicionada. Fracaso, abuso de poder y traiciones parecen ser nuestro karma, con protuberante tono moral y ético, que pocos advierten ni valoran en su enorme dimensión.


 

Se repite el decaimiento moral

Hoy marchamos hacia la próxima conmemoración del 1ro. de Mayo, con un régimen atroz, corrupto y represivo, ejercido inmoralmente por quienes usurpan el poder después de haber cometido el descarado fraude electoral del 28 de julio de 2024, y la írrita juramentación presidencial del 10 de enero de 2025. Se repiten los halos regresivos de 1934/1935, 1957/1958 y 1989/1993 que hemos sufrido los venezolanos y venezolanas. Solo a fuerza de grandeza histórica y dignidad profunda, podremos superar este agobio 2024/2025.


El pueblo venezolano no soporta más este endemoniado camino de empobrecimiento y desesperanza. Claramente, rechazamos masivamente la caterva de politicastros enquistados en las esferas públicas, junto a su pléyade de testaferros saqueadores y cómplices nominales en los altos Poderes Públicos.


Las elecciones convocadas apresuradamente para el 25 de mayo próximo, parecen un chiste pesado frente a los requerimientos y anhelos del traicionado y empobrecido pueblo venezolano. Quienes gobiernan son usurpadores desvergonzados, aupados por serviles dizque 'magistrados' enquistados en los poderes Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano, de los peores en la historia republicana, apenas «mujiquitas» del siglo XXI.


Nunca habíamos tan miserables burócratas en altas funciones públicas; ni sufrido un salario mínimo de 1,5 dólares mensuales, tan insultante como injusto, pero sobre todo denunciador de la traición a los trabajadores activos, jubilados y pensionados de la Patria, a quienes extiendo mi abrazo solidario y compromiso de lucha.


Comienza a insurgir nuevamente, la rebeldía cívica y popular, aunque los perpetradores del fraude y la usurpación traten de soslayarla pendencieramente. Esa rebeldía va también contra los politicastros aprovechadores y vivarachos, que pululan en casi todos los bandos: el pueblo los desprecia, no les cree y se apresta a condenarlos en el ostracismo. 

 

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