Prestigio y referencia

Me quieren ahorcar: Los primeros condenados a muerte en el árbol fatal.

Curiosidades10 de abril de 2025 Abel de Lorenzo Rodríguez
ahorcado

El 28 de abril de 1832 el rey Fernando VII declaró el fin de la ejecución por ahorcamiento dentro de sus dominios. Hasta aquí llegó la vigencia legal de este tipo de condena en España. Sin embargo, llegar a conocer las causas y la aparición del castigo a la horca es algo más complejo. Es necesario remontarse a la alta Edad Media para encontrar las primeras referencias sobre esta forma de ejecución tan difundida después. Y este ha sido el proyecto de mi investigación.

 

De Castilla al norte de Portugal, de León a Santiago, entre el 1100 y 1200 algo sucedió con las formas de la justicia y la pena de muerte. Se detecta el cambio en una serie de testimonios de aquellos que padecieron la ley, negociaron con ella y se vieron influidos y afectados, incluso hasta perder sus vidas.

 

Ejecución de Pierre de la Brosse en Francia. Iluminación de las Chroniques de France ou de St Denis. British Library/Wikimedia Commons
Hay pruebas anteriores de la práctica de esta pena capital. Las más antiguas se retrotraen hasta el siglo IV en zonas como Francia o Reino Unido, donde existen evidencias arqueológicas y forenses sobre el uso de esta forma terrible de muerte antes del siglo XI.

 

No se sabe exactamente cuándo empezó a utilizarse, ni cuándo aparecieron las primeras horcas en la Península Ibérica. En Toledo en el año 1115 ya se cita el monte donde se ahorca a los ladrones, en una compraventa. Durante esos mismos años la reina Urraca utiliza la referencia de castigo en dos de sus documentos oficiales.

¿Pero quiénes eran ahorcados y por qué?

 

Una de las primeras referencias nos lleva a un juicio. Un juicio sobre propiedades entre dos grandes instituciones: la Catedral de León y el monasterio de Sahagún en 1215. De las decenas de testigos, dos hombres mencionan la horca entre los recuerdos de su juventud. Ambos presenciaron, alrededor de los 13 años, la muerte en la horca de un tal Martín de Valderas. Tal impresión les causó que, 40 años más tarde, aun refieren los hechos como un momento clave en sus vidas.

 

Por la misma época pero en otra zona, Santiago de Compostela, un hombre de la comarca escribió su testamento en 1171. Se llamaba Petrus y declaraba que había sido juzgado por una causa grave y que por eso los jueces lo querían ahorcar (volunt me suspendere). Antes de la ejecución, Petrus reconocía que había embarazado a su criada y disponía bienes para su descendiente.

En la misma época en la que esto ocurría, se comenzaba a levantar el famoso Pórtico da Gloria de la Catedral, no muy lejos de donde Petrus había sido juzgado. En él aparecerían retratados los castigados a la horca.

 

 Detalle del castigo del infierno y condenados ahorcados. Portico da Gloria, arcada sur. Catedral de Santiago de Compostela, Galicia (ca. 1180-1200). P. Lameiro/Wikimedia Commons, CC BY-SA


Y por último hallamos un caso que no fue fruto de la memoria de los testigos ni de la voz última del ejecutado. Perteneció más bien a los responsables de la justicia, quienes utilizaban armas como la horca para amenazar. También en Galicia, en el monasterio de Sobrado, Iohannes y su mujer Exemene estaban en disputa con los monjes por una propiedad. Esta propiedad, familiar y legada por el padre de Iohannes, escondía un secreto: un yacimiento de hierro ambicionado por ambas partes.

 

El litigio perseveró. Y cuando parecía atascado, los monjes de Sobrado amenazaron a Iohannes con la cárcel y la horca si no se sometía a entregar la herencia. Aunque Iohannes se sometió, murió tiempo después. Su mujer siguió batallando por la propiedad, pero al final los monjes ganaron. El testimonio de la justicia quedó reflejado en el registro de sus propiedades, utilizando la sombra de la horca.

 

La pena más allá de la muerte: el recuerdo y la lección

La horca representa el símbolo de los castigos en el Antiguo Régimen y en la Edad Media, tanto en las ciudades como en el campo e incluso en los bosques de Europa. Es la señal del señorío, de la justicia particular y local, pero también de la justicia real.

 

También llamada “árbol infeliz” o “fatal”, retrata un instrumento visible que contamina y determina el paisaje con sus condenados y genera lecciones para quienes observan cómo mueren los ahorcados. Más que para perseguir los delitos de sangre, la sanción parecía centrada en luchar contra el robo y proteger la propiedad, una constante desde las reglas urbanas hasta los casos documentados.

 

El castigo no era solo la propia muerte, sino las consecuencias de la putrefacción y la desaparición de su cuerpo de una forma innoble que aleccionaba a los demás. Porque la muerte por ahorcamiento como pena pública no iba solo contra aquellos sentenciados a morir de esa forma. También suponía un simulacro para todos aquellos que observaban la fatal representación del poder absoluto de la justicia sobre la vida de las personas.

 

‘Crónica Mundial’ de Rudolf von Ems, mediados del siglo XIV. Biblioteca Universitaria y Estatal de Fulda 

The Conversation

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