
Razones para estudiar humanidades en la era de la inteligencia artificial
Sociedad y Cultura02 de octubre de 2025

“Qué pena que te metas en Filología (o Historia, o Filosofía), con las notas tan altas que tienes podrías estudiar lo que quisieras”. Esta frase o alguna variación sobre la misma idea la han escuchado, probablemente, en algún momento de sus carreras muchos estudiantes e investigadores de disciplinas humanísticas. Es una expresión que indica un menor valor social o laboral de las humanidades, y que se refleja en el porcentaje tan pequeño de estudiantes que acaban eligiendo una carrera humanística en la universidad.
Según los datos oficiales de las estadísticas universitarias en España, tan sólo un 10% de los estudiantes de grado se matriculan en estudios de Artes y Humanidades. Estas titulaciones son además las menos elegidas como primera opción .
Existe una percepción social y económica de que las humanidades no “son útiles” para el mundo, o para ganar dinero. Y lo cierto es que esa creencia de que los egresados ​​en disciplinas de Artes y Humanidades tienen mayor índice de desempleo, salarios bajos y un mayor desajuste de éstos con el nivel de formación ha sido respaldada por algunos estudios .
Algunas universidades están relegando estos grados universitarios a puestos de menor atención, o incluso sustituyéndolos progresivamente por otras propuestas formativas. Detrás de estas acciones está el bajo número de estudiantes que eligen estas carreras. Este bajo interés es algo que tiene repercusiones incluso en los planos de estudio de secundaria y primaria. Es una tendencia general en todo el mundo. Como señala la filósofa estadounidense Martha Nussbaum (Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2012) en su obra Sin fines de lucro :
"En casi todas las naciones del mundo se está erradicando las materias relacionadas con las artes y las humanidades, tanto a nivel primario, como secundario y en las universidades. Concebidas como ornamentos inútiles por quienes definen las políticas estatales, en un momento en el que las naciones deben eliminar todo lo que no tenga ninguna utilidad para ser competitivo en el mercado global, estas carreras y materias pierden terreno, a gran velocidad, tanto en los programas curriculares como en la mente y el corazón de padres a hijos."
Vocación de impacto en la sociedad
Sin embargo, no han desaparecido esos estudiantes que, con un expediente excelente, optan por las humanidades. ¿Por qué lo hacen? Hemos analizado recientemente historias personales de esos estudiantes “atípicos” para entender sus motivaciones.
Al ser entrevistados, estos informantes privilegiados expusieron un predominio claro de motivaciones internas (vocación, capacidad de servicio e interés personal) sobre las externas (empleo, estatus, influencia familiar) en la selección de la titulación. Es el caso de esta persona, que con una nota elevada, se decantó finalmente por uno de esos “saberes inútiles”:
"Mis notas de acceso a la universidad fueron buenas, saqué un 8,75 (sobre 10) y eso me dio la posibilidad de acceder a cualquier carrera de artes e incluso a algunas de ciencias. Tanto mi familia como mis compañeros querían que estudiara una carrera en la que me resultara fácil encontrar trabajo y que me proporcionara un buen estatus social y buenas condiciones de vida."
Más que un trabajo
Los estudiantes con los que hablamos valoraban el impacto que su formación tuvo sobre la sociedad. Para ellos, la elección de carrera no era simplemente un modo de procurarse un trabajo en el futuro, sino que percibían que con ellas podrían tener un protagonismo especial en la construcción de la sociedad, pues sus aspiraciones no eran tan solo laborales, sino vocacionales.
Entendían que la aportación a la sociedad a que estaban llamados desde sus estudios se realizaba en el cultivo de los valores humanísticos asociados a “las letras”: la reflexión filosófica, la belleza artística o la dimensión poética y lírica de la literatura, por poner solo algunos ejemplos.
Motivaciones internas
En una reciente tesis doctoral hemos evaluado el tipo de motivación que prevalecía cuando los estudiantes elegían modalidad de bachillerato (momento en el que, de manera tradicional, una persona se decanta por “ciencias” o “letras”).
Observamos que, aunque en general predominan las motivaciones externas (asociadas al salario o la empleabilidad), el alumnado con calificaciones altas que se decanta por humanidades y ciencias sociales valora más las motivaciones internas (el gusto por la disciplina, la capacidad de ser útil o la vocación).
No obstante, los estudiantes que tienen calificaciones altas eligen mayoritariamente la modalidad de ciencias y valoran motivaciones como la salida profesional o el estatus económico.
Dicho de otro modo, la tendencia general del alumnado con buenas notas, movido por motivaciones externas, es la de buscar una profesión rentable, mientras que el alumnado de calificaciones altas que se decanta por humanidades se refiere a motivaciones más vocacionales .
Saberes útiles
Esta motivación intrínseca tiene que ver con una concepción de las humanidades como un factor clave en la configuración de la sociedad, tal como proponía el pensador italiano Nuccio Ordine en La utilidad de lo inútil.
“Existen saberes que son finos en sí mismos, y que, precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial, pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad”.
¿Se puede poner de manifiesto la utilidad de estos saberes? En otro estudio que hemos hecho recientemente sobre el interés de las humanidades y las ciencias sociales para la construcción de la sociedad, proponíamos a un grupo de estudiantes de educación secundaria configurar su ciudad ideal tomando diez decisiones, vinculadas a las diversas modalidades de estudio que cursan.
Durante el proceso se dio cuenta de lo siguiente: para que en su ciudad hubiera un modelo de gobierno, sistema de justicia, educación, cultura o arte, era necesaria la presencia de saberes humanísticos y sociales con los que no contaban al principio de la intervención.
Aprender es necesario, por sí mismo
De manera popular, o incluso habitual, las humanidades se han percibido como el estudio o análisis de lo que otros hicieron (sea arte, literatura, filosofía, etc.), con poca aplicación práctica. Por eso, en un escenario cultural, social y tecnológico como el que vivimos, donde el acceso a los datos es inmediato y constante, estas disciplinas se consideran de poco valor.
El antiguo debate sobre la necesidad de exigir aprendizaje de contenidos y habilidades cuando estos estaban en los libros o en los ordenadores parece afectar especialmente a este tipo de saberes, los humanísticos. ¿Es preciso potenciar la adquisición y dominio de esta cultura general cuando todo se puede encontrar en la red?
Evidentemente, sí. Una afirmación rotunda porque el objetivo no son los contenidos, sino el propio proceso de aprendizaje. Estas competencias “duras” son precisamente las que permiten el desarrollo de otras “ blandas” ”, como son el pensamiento crítico, la autorregulación de aprendizajes o la actitud de curiosidad.
Estudiar a los grandes pensadores de la historia nos puede llevar a identificar el valor de la verdad en un contexto de noticias falsas y manipulación. Y conocer el devenir histórico de los conflictos del siglo pasado será un elemento clave para comprender cuán frágil es la paz en la que algunos vivimos, por poner solo algunos ejemplos.
El papel de las humanidades
En un contexto de menoscabo sistemático de las ciencias sociales y las humanidades en el currículo académico y en el interés general, la alfabetización científica es algo fuera de discusión. Pero las humanidades, como bien defendía el filósofo español José Ortega y Gasset , tienen una misión. en la universidad: son el tronco principal de la cultura.
Avances tecnológicos como los algoritmos de inteligencia artificial generativa (IAG) nos obligan a hacernos preguntas que solamente las humanidades pueden ayudarnos a responder. Por esa razón, los estudios y disciplinas humanísticas deben tener un carácter transversal. para otros ámbitos de conocimiento (científicos, ciencias de la salud o tecnológicos).
En cuanto a las etapas de primaria y secundaria, dar mayor visibilidad a lo que los profesionales del ámbito humanístico aportan al bien común conduciría a potenciar las vocaciones. humanísticas.
El escritor Isaac Asimov adivinó en su obra Yo, Robot que la tecnocracia era insuficiente y que siempre necesitaría del saber humano, ese que hizo cristalizar en sus Tres Leyes de la Robótica . Leyes que, más de dos mil años después, nos remiten inequívocamente al adagio latino de Terencio : “Nada humano me es ajeno”.


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