
Necesitamos científicos más comprometidos y gobernantes mejor informados
En definitiva, más que reclamar la neutralidad de la ciencia, lo que necesitamos es que la política adopte un enfoque más científico.
CIENCIA Y TECNOLOGÍA02 de octubre de 2025 Por: Luis Felipe Reyes
La evidencia científica puede iluminar el camino, pero solo si quienes la generan asumen su rol social con valentía y compromiso. La política será más efectiva y la ciencia será más relevante, cuando ambas reconozcan que su destino está entrelazado.
Con la llegada de Donald Trump al poder, quedó en evidencia lo frágil que puede ser la relación entre ambos mundos. En 2020, Estados Unidos notificó su retiro de la Organización Mundial de la Salud, decisión que fue revertida por Joe Biden en 2021. Sin embargo, en 2025, la administración Trump volvió a presentar una solicitud formal de retiro, que será efectiva en 2026. Este hecho simboliza no solo una decisión política, sino también un rechazo directo a la cooperación científica global en plena era de crisis interconectadas.
En este contexto, la pregunta de si la ciencia debería ser política pierde sentido. Lo más pertinente es preguntarnos cómo la política puede ser más científica.
Bajo ataques y amenazas
Desde la Inquisición a nuestros tiempos, los ataques a la ciencia no son un fenómeno nuevo. En la actualidad, temas como el cambio climático, la salud sexual y reproductiva o las vacunas han sido objeto de campañas de desinformación y presiones políticas en distintos países.
La percepción de que la ciencia es “neutral” se desmorona cuando gobiernos o movimientos ideológicos deciden suprimir datos incómodos o desacreditar a investigadores. Según un artículo reciente publicado en la revista Science, “la cuestión de si la ciencia debería ser política ya es irrelevante, porque la ciencia siempre ha sido política y hoy lo es más que nunca”.
Diplomacia científica en tiempos de crisis
La diplomacia científica (es decir, el uso de la ciencia como puente en las relaciones internacionales) surgió como una estrategia optimista para enfrentar problemas globales. Sin embargo, un informe de 2025 de la Royal Society y la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) reconoce que ese optimismo ha dado paso al realismo: la ciencia por sí sola no puede resolver conflictos armados, pandemias o la crisis climática.
El informe subraya que la relación entre ciencia y política es bidireccional. Esto refleja una realidad incómoda: la producción de conocimiento está moldeada por intereses geopolíticos, desigualdades estructurales y presiones económicas. Ignorar este hecho perpetúa asimetrías, especialmente entre el Norte y el Sur global.
El dilema de la neutralidad
Un caso reciente lo ejemplifica: el debate interno en la Royal Society del Reino Unido sobre si debía sancionar a Elon Musk por conductas que, según varios científicos, dañan la credibilidad de la institución. Algunos alegaron que expulsarlo sería un gesto político y pondría en riesgo la supuesta neutralidad de la academia; otros insistieron en que no actuar socavaría su misión de defender la ciencia.
Este dilema ilustra un punto clave: cuando las instituciones científicas eligen no intervenir, también están tomando una posición política. La inacción puede interpretarse como complicidad o indiferencia frente a los ataques a la evidencia.
Cuestión de responsabilidad social
El pensador chileno Humberto Maturana sostenía que la ciencia no puede desligarse de la sociedad, pues siempre está impregnada de valores, visiones del mundo y consecuencias prácticas. La pandemia mostró que la forma en que comunicamos la ciencia es tan importante como los datos en sí. Como señala la académica Jane Gregory, no basta con que los científicos “se politicen” solo en tiempos de crisis. La participación debe ser constante, anticipatoria y basada en una comunicación clara y empática. De lo contrario, corremos el riesgo de que la ciencia se convierta en un recurso reactivo, en lugar de una herramienta para la toma de decisiones informadas.
¿Qué significa ser político sin perder legitimidad?
No se trata de que los científicos se conviertan en militantes partidistas. Más bien, debemos reconocer que toda investigación se desarrolla en un entramado de intereses y que tenemos la responsabilidad de defender la evidencia frente a la manipulación.
Esto implica participar activamente en el debate público, explicando hallazgos con un lenguaje accesible. Asimismo, es importante formar parte de espacios de decisión política, para asegurar que la evidencia oriente las políticas públicas. De igual manera, necesitamos construir puentes con la sociedad, entendiendo que la confianza se gana a través de la transparencia y la rendición de cuentas.
La ciencia debe dejar que los datos hablen por sí solos, pero no basta con producirla: hay que traducirla, contextualizarla y transmitirla de forma que los responsables políticos puedan tomar decisiones más racionales y justas.
En definitiva, más que reclamar la neutralidad de la ciencia, lo que necesitamos es que la política adopte un enfoque más científico. Esto significa evaluar políticas con base en datos, medir sus impactos, corregir errores y reconocer incertidumbres.
La historia demuestra que los países que integran la ciencia en la política de manera sistemática son los que mejor enfrentan crisis sanitarias, climáticas y sociales. Y, también, que la marginación de la ciencia en la toma de decisiones trae consecuencias costosas: desde respuestas ineficaces a pandemias hasta la profundización de desigualdades globales.
Una invitación a la acción
La relación entre ciencia y política no es sencilla ni lineal, pero sí inevitable. En un mundo de crisis económicas, guerras, pandemias, contaminación química y cambio climático, los científicos no podemos permanecer en silencio ni al margen. La verdadera pregunta es qué tipo de política queremos construir con la ciencia como aliada.
Los datos pueden iluminar el camino, pero solo si quienes los generan asumen su rol social con valentía y compromiso. En última instancia, la política será más efectiva y la ciencia será más relevante cuando ambas reconozcan que su destino está entrelazado.
Fuente: The Conversation
Por: Luis Felipe Reyes
Profesor de muy alto prestigio en Enfermedades Infecciosas, Universidad de La Sabana


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