Prestigio y referencia

Qué significa realmente «ser bueno» en el deporte infantil

Deporte y Recreación27/12/2024 José Manuel Cenizo Benjumea
ser buenos

Hace un par de meses que se han iniciado las competiciones deportivas en federaciones y clubs infantiles y juveniles. Los partidos son eventos emocionantes, a menudo, y las familias que acuden a ver a los jugadores observan con mucho interés, animan, y por supuesto, tienen su propia opinión sobre la calidad de cada jugador. Como cada temporada, vienen las victorias, las derrotas y la necesidad humana de intentar explicar lo que ocurre durante el juego.

Pero una cosa es la opinión que puedan tener los progenitores y otra es el conocimiento que podemos aportar quienes somos padres e investigadores en las ciencias del deporte.

Es habitual que haya jugadores y jugadoras que destacan en cada equipo. Parecen ser los “mejores”, pero lo que hace que destaquen muchas veces no es tanto una mejor habilidad o técnica, sino algo tan sencillo como su edad y madurez física y mental.

Grandes diferencias en pequeños grupos

Imaginemos una competición de fútbol masculino de categoría cadete. En el caso de Andalucía, la Federación Andaluza de Fútbol tiene establecido que en la temporada 2024-25 podrán participar los nacidos entre el 1 de enero de 2009 y 31 de diciembre de 2010 (14 y 15 años en el momento de escribirse este artículo).

En esta y otras categorías, participan jugadores nacidos en dos años diferentes. Todos los que nos dedicamos al mundo del deporte sabemos que si coincide que una temporada tenemos a una mayoría de jugadores de segundo año, el nivel de juego aumenta.

Y al contrario, si hay una mayoría de jugadores de primer año, ya sabemos que va a ser muy difícil competir. Esto se debe a que durante la pubertad se dan una serie de cambios endocrinos, estructurales, fisiológicos y psicológicos que tienen un efecto directo en el rendimiento físico de los deportistas.

Además, estos cambios son muy rápidos. A mayor edad, más altura, peso, fuerza, velocidad y aceleración, capacidad de salto y capacidad cardiorrespiratoria. Ante esas ventajas tan evidentes, los deportistas más jóvenes poco tienen que hacer.


Edad cronológica y edad biológica

Sin embargo, la cosa puede ser aún peor. A estas diferencias cronológicas del año de nacimiento se pueden sumar otras relacionadas con la maduración biológica, entendida como el proceso de cambio de la niñez al estado adulto. Es precisamente durante la pubertad cuando los cambios madurativos son más rápidos, más evidentes y con mayor relevancia a nivel deportivo. En esta etapa se llega al periodo en el que alcanzamos el pico de máxima velocidad de crecimiento en estas edades y, por tanto, se produce un aumento drástico de la talla y el peso.

Sin embargo, no todas las personas de una misma edad cronológica se ven afectados por estos cambios en el mismo instante. Es decir, hay un desajuste entre la edad cronológica y la biológica, reflejando que hay diferentes ritmos de maduración.

El sexo también influye en este pico, pues las chicas lo alcanzan entre los 11,4 y los 12,2 años, mientras que en los chicos se sitúa entre 13,8 y 14,4 años.

Estos valores son un promedio, habiendo por tanto chicas y chicos que lo alcanzan antes y también meses después. Por tanto, nos encontramos que en una misma categoría de juego compiten deportistas con edades que pueden diferir en más de un año cronológico, e incluso podríamos estimar hasta otro año más de diferencia por los diferentes ritmos biológicos.

Maduración biológica y rendimiento deportivo

De acuerdo con las características peculiares de la pubertad, ¿condiciona el estado de maduración en estas edades el rendimiento deportivo? Por supuesto que sí, y de forma muy evidente.

En primer lugar, las tareas que desarrollan los entrenadores tienen diferente efecto según el estado de maduración. En fútbol, los ejercicios de entrenamiento de sprint ayudan a mejorar a aquellos chicos que ya han pasado el pico de máxima velocidad de crecimiento, pero esas mismas tareas no mejorarán la velocidad de los que todavía no han llegado a dicho pico.

En Suecia, por ejemplo, los expertos han comprobado que los futbolistas de categoría sub-16 que alcanzan nivel internacional son aquellos que maduraron antes que los que únicamente juegan la categoría nacional o regional. Idéntica relación se produce entre la maduración y la posibilidad de ser elegido para la selección nacional de baloncesto sub-15 en Alemania.

¿Y qué pasa cuando todos somos adultos?

Sin embargo, ser más maduro es una ventaja cuando hablamos del rendimiento deportivo en edades tempranas, pero no es un buen predictor del éxito deportivo en adultos. En hockey hielo, se ha comprobado, después de seguir la trayectoria de los jugadores desde los 16 hasta los 19 años, que aquellos que maduraban más tarde sólo representaban el 19 % de los jugadores que formaban parte del equipo nacional sub-16 (frente a un 30 % que eran de maduración temprana).

Estos datos cambiaban al pasar a categoría sub-18 (25 % de maduración tardía y 28 % de maduración temprana) y en sub-20 ya se invertía (30 % y 26 % respectivamente). Continuando con el seguimiento, 96 jugadores de un total de 2 221 llegaron a jugar en la liga profesional sueca, y de esos 96 el 40 % fueron jugadores de maduración tardía (frente al 25 % que fueron de maduración temprana). Podemos llegar a la conclusión de que aquellos deportistas que están en desventaja física requieren de un sobresfuerzo en la mejora de las habilidades técnicas y tácticas que exige el juego para compensarla, y terminan siendo mejores jugadores una vez que las capacidades físicas se igualan al llegar a adultos.

El papel de las federaciones y clubes en este proceso

Cuando en los clubes y federaciones se priorizan los resultados a corto plazo, los entrenadores ofrecen más oportunidades a aquellos jugadores que son mejores en ese momento. Así quedan marginados muchos chicos y chicas simplemente porque son más pequeños, menos rápidos y menos fuertes.

Pero si se aplicara la evidencia científica al deporte de base, se priorizarían la diversión y el aprendizaje, respetando los ritmos biológicos, y esperando a que los jóvenes madurasen y pudiesen expresar su potencial de juego.

El deporte de formación debe permitir que todos y todas tengan la oportunidad de disfrutarlo, y si priorizamos los resultados se termina sacrificando la alegría de hacer deporte. Cuando los clubes, entrenadores y padres consideran que lo más importante es ganar la competición, la mayoría de los niños empiezan a no disfrutarlo.

A diferencia de lo que ocurre de forma tan evidente a nivel deportivo, nuestros estudios en el ámbito educativo reflejan que la maduración no es tan importante para el rendimiento físico en las clases de educación física escolar. En este contexto, se evalúa a todo el alumnado y, por tanto, a toda la población de la misma edad; mientras que en el ámbito deportivo, al ser de carácter voluntario, sólo se evalúa la maduración de aquellos que se han inscrito en ese deporte y, por consiguiente, las conclusiones de los estudios sólo son atribuibles a ese grupo sesgado de población que practica deporte en edades tempranas.

Respeto a los ritmos y paciencia

Debemos respetar los ritmos biológicos de desarrollo de los jóvenes, pues sabemos que la edad cronológica y biológica siguen ritmos diferentes. Muchas veces, la paciencia es el mejor método de entrenamiento. Y si no, que se lo digan al entrenador de baloncesto que dejó en el equipo B del instituto a un joven Michael Jordan porque con 15 años sólo medía 1,78 m.

Sin embargo, al año siguiente creció 13 cm, luego otros 8 y empezó a forjarse la leyenda del mejor jugador de la historia del baloncesto.

 

The Conversation

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